“Tabarnia” y “Nueva Rusia”: comparaciones entre dos proyectos ficticios

Tabarnia nació como sátira contra el independentismo catalán en 2015. Nueva Rusia (Novorrusia), en cambio, fue lanzada por el Kremlin en 2014 como excusa para invadir Ucrania.

Ambos usaron argumentos ficticios y divisivos, pero mientras Tabarnia fue una burla, Nueva Rusia se convirtió en un instrumento real de guerra.

Irónicamente, algunos independentistas catalanes que rechazaban Tabarnia terminaron apoyando su versión rusa. Y no solo ellos: también varios sectores de la izquierda radical y del movimiento antifascista internacional respaldaron el proyecto de Nueva Rusia — sin notar (o ignorando) que se trataba de una iniciativa imperialista, ultraconservadora y promovida por la extrema derecha rusa.

El Kremlin utilizó mecanismos similares: fomentar divisiones políticas, crear narrativas históricas alternativas y explotar conflictos de identidad lingüística. Pero, a diferencia de Tabarnia, en Ucrania no se trató solo de una campaña informativa: los servicios rusos pasaron a una invasión militar abierta, usando esta idea como justificación de la agresión.

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Tabarnia es una idea satírica que surgió en España como respuesta al independentismo catalán. El nombre combina Tarragona y Barcelona. La propuesta fue impulsada en 2015 por el colectivo detrás del sitio “Barcelona no es Cataluña”, como una forma de oponerse al proceso independentista. Se planteaba crear una comunidad autónoma separada dentro de España, en contraposición al proyecto independentista. Además, los impulsores denunciaban que los habitantes castellanohablantes sufrían discriminación lingüística en la región.

El proyecto «Nueva Rusia» fue iniciado en 2014 en el contexto de la agresión rusa contra Ucrania y fue desarrollado por el régimen de Putin. Su objetivo era la creación de una entidad estatal prorrusa en el sureste de Ucrania, bajo el control total de Moscú. En la justificación ideológica del proyecto, la propaganda rusa utilizó activamente el mito de la “discriminación del idioma ruso” en Ucrania. Esta narrativa se convirtió en una herramienta para legitimar la anexión de Crimea y la intervención militar en Donbass. Sin embargo, al inicio de la guerra no existía ninguna ley que prohibiera el uso del ruso, ni se daba una expulsión forzada del idioma.

“Nueva Rusia”: un proyecto imperial y ultraderechista

• La idea no surgió del pueblo, sino que fue diseñada por el Kremlin y los servicios

secretos como una operación geopolítica.

• «Nueva Rusia» no fue una rebelión popular, sino un proyecto ultraderechista del Kremlin, basado en los mitos del “mundo ruso” y en la negación de la existencia de una nación ucraniana.

El Kremlin instrumentalizó la estética soviética y el discurso antifascista para atraer simpatías de sectores de izquierda, mientras promovía un proyecto abiertamente imperialista.

• El pretexto de la «defensa de los rusoparlantes» es falso: en Ucrania no existían prohibiciones reales contra el idioma ruso.

Su predominio en el este del país es consecuencia de siglos de colonización imperial y rusificación forzada.

• En 2014, comenzó la ocupación militar del Donbás, como intento de recuperar un territorio que el Kremlin aún percibe como su antigua colonia.

• En 2022, Rusia reconoció oficialmente los territorios ocupados e invadió el resto de Ucrania para ampliar su control.

• Putin afirma abiertamente que “Ucrania es Rusia” y declara su anexión como parte del proyecto neocolonial ruso.

Para muchos independentistas catalanes, España representa una historia de opresión, sobre todo lingüística y cultural, intensificada durante el franquismo. Desde esta perspectiva, Cataluña se considera una nación no reconocida, mientras que Madrid actúa como un centro de poder centralista.

Tabarnia invierte esta narrativa con ironía: sus defensores sostienen que ahora el “imperio” es Barcelona, que impone el catalán y una identidad única. Así, se presentan como una minoría castellanohablante supuestamente “marginada” dentro de Cataluña.

La población rusoparlante en el sureste de Ucrania no es el resultado de un proceso natural, sino la consecuencia directa de una política de rusificación forzada llevada a cabo durante siglos por el Imperio Ruso y la URSS. A través de la asimilación violenta, los desplazamientos masivos, el genocidio, la represión, la prohibición del idioma ucraniano y la colonización deliberada con población de habla rusa, estas regiones fueron despojadas de su identidad lingüística ucraniana. Hoy en día, el Kremlin utiliza las consecuencias de esta política como pretexto para la agresión militar y la intervención imperialista

El proyecto de Nueva Rusia, iniciado en 2014, fue un intento de revancha: un regreso a la época en que el sureste de Ucrania era considerado una colonia de Rusia. Bajo el pretexto de “proteger a los rusoparlantes” —una población que el propio imperio creó mediante la imposición del ruso y la eliminación del ucraniano — el Kremlin lanzó una agresión: ocupó parte del Donbás y anexó Crimea.

Así, Nueva Rusia representa un ejemplo clásico de expansión imperial y de intento por recuperar el control perdido sobre una colonia a través del uso de la fuerza.

En Tabarnia, el uso del castellano se presenta como resistencia simbólica al independentismo catalán. Aunque ambos idiomas son oficiales y conviven en Cataluña, los defensores de Tabarnia denuncian una posible marginación del castellano. Sin embargo, estudios indican que es el catalán el que ha disminuido en uso social. La narrativa tabarnesa habla de una discriminación hacia los castellanohablantes, aunque no hay pruebas concluyentes de que sea sistemática. Esta retórica busca presentar a Tabarnia como bastión de la identidad española en Cataluña.

Nueva Rusia promovió el mito de la “defensa del ruso” como argumento político, aunque no existían restricciones reales a su uso. Muchos ucranianos son bilingües, pero el ucraniano necesitaba protección frente al dominio histórico del ruso. El ruso no tenía estatus oficial, pero era ampliamente hablado. Este argumento fue usado para justificar la ocupación militar. Además, la fuerte presencia del ruso en Ucrania es resultado de décadas de colonización y rusificación.

Aunque Tabarnia surgió como una sátira política, con el tiempo fue adoptada por sectores más politizados. La idea recibió apoyo de partidos como el Partido Popular y fue asociada con discursos en defensa de la unidad de España y en contra del independentismo. Por eso, aunque nació como una ironía, ha terminado vinculándose a posturas nacionalistas y, en algunos casos, al espectro político de derechas. Aunque pueda parecer inocente, esta sátira encierra una visión implícita de superioridad cultural del castellano sobre el catalán, reflejo del proyecto uniformizador del nacionalismo español.

Putin presentó “Nueva Rusia” como territorios que “históricamente pertenecían a Rusia”. También fue promovido por uno de los ideólogos del imperialismo putinista, el filósofo fascista A.Duguin, quien defendía la idea de unir todos los territorios donde se habla ruso bajo el control de Rusia, incluso mediante el uso de la fuerza.

El proyecto “Nueva Rusia” fue coordinado por los servicios de inteligencia rusos, militares y tecnócratas políticos del Kremlin.

Su bandera fue creada en 2014 y recuerda a la de la Confederación de EE. UU. Más tarde, se adoptó una versión modificada de la del Imperio ruso como emblema oficial.

El proyecto de “Nueva Rusia”, presentado por el Kremlin como supuestamente “antifascista”, tenía en realidad una ideología claramente imperialista y de extrema derecha.

Se basaba en mitos sobre la necesidad de “reunificar las tierras rusas” y en la negación de la existencia de una nación ucraniana como entidad independiente.

Este proyecto fue activamente apoyado por representantes de movimientos ultraderechistas y neonazis rusos. En Moscú se celebraban marchas llamadas “Marchas rusas por Nueva Rusia”, organizadas con la participación de grupos nacionalistas y neofascistas bien conocidos.

A luchar por “Nueva Rusia” fueron militares rusos, nacionalistas, monárquicos, fundamentalistas ortodoxos y grupos neonazis como el batallón “Rusich”, conocido por su crueldad y símbolos del Tercer Reich.

Entre los ideólogos del proyecto estaban el neofascista A.Duguin y el coronel del FSB Í. Guírkin, quienes decían abiertamente que había que destruir a Ucrania como país y crear un “nuevo imperio” sobre sus ruinas.

Todo el discurso hablaba de “liberar” el sureste de Ucrania del supuesto “nazismo ucraniano”, pero en realidad era una invasión para devolver esas tierras al control ruso, usando chovinismo, militarismo y odio contra lo ucraniano.

El Kremlin usó símbolos soviéticos y discurso “antifascista” para atraer a la izquierda internacional, sobre todo en Europa y América Latina. Aunque “Nueva Rusia” era un proyecto imperial y ultraderechista, se presentó como “resistencia” para ganar apoyo.

Al mismo tiempo, Rusia colaboraba con grupos neofascistas y nacionalistas, dentro y fuera del país. La bandera roja sirvió como tapadera para el imperialismo de extrema derecha.

Muchos sectores de la izquierda occidental,sin entender el contexto, repitieron la narrativa del Kremlin.

Pese a los símbolos soviéticos y la retórica “antifascista”, en los territorios ocupados por Rusia no hubo ni socialismo ni justicia social.

Son dictaduras ultraderechistas: militarizadas, clericales y represivas.Se imponen toques de queda, censura, movilización forzada y represión brutal. El fundamentalismo ortodoxo sirve como ideología oficial del régimen.

Se persigue a activistas, periodistas, sindicalistas y cualquiera que critique la guerra — incluso por una publicación en redes.

Estas zonas se convirtieron en enclaves autoritarios donde reinan el miedo, la violencia y la propaganda militar. Las promesas de “república popular” fueron una máscara: detrás solo hay imperialismo,ultraderecha y ocupación.

La organización «Barcelona no es Cataluña» creó la bandera del territorio propuesto, basada en las banderas de Tarragona y Barcelona. El 4 de marzo de 2018 se celebró una manifestación anunciada que superó todas las expectativas, con unas 15.000 personas según la Guardia Urbana y 200.000 según los organizadores.

Hoy, el proyecto ha perdido gran parte de su relevancia y actividad política. No llegó a consolidarse como un movimiento estable y se menciona principalmente como meme o curiosidad histórica.

La ocupación de parte de la región de Donetsk comenzaron en la primavera de 2014. Bajo la apariencia de una “rebelión popular”, actuaban formaciones armadas dirigidas por oficiales de los servicios secretos y del ejército ruso.

Un papel clave en el inicio del conflicto lo desempeñó Í.Guirkin , coronel del FSB ruso, quien junto a un grupo de combatientes armados tomó la ciudad de Sloviansk. Esto marcó el comienzo de los enfrentamientos activos en el Donbás.

Posteriormente, se implicaron unidades regulares del ejército ruso, incluyendo fuerzas especiales, artillería y tanques, que apoyaban a los combatientes con armamento,logística y mando directo.

Ya en 2015, el proyecto de “Nueva Rusia” fracasó: los intentos de expandirse fueron frenados por la resistencia ucraniana y la falta de apoyo popular. En mayo, la “unificación de repúblicas” fue suspendida.

Sin embargo, partes de Donetsk y Lugansk quedaron bajo control prorruso y ocupadas de facto por Rusia. Miles de civiles fueron asesinados, ciudades destruidas y Crimea fue anexada en 2014.

Aunque Moscú negaba su implicación, investigaciones internacionales confirmaron la agresión directa. Ese fracaso fue el preludio de la invasión a gran escala en 2022.

Tras la proclamación ficticia de las regiones ocupadas de Ucrania como “repúblicas independientes” en febrero de 2022, Rusia reconoció oficialmente a la “RPD” y la “RPL” como parte de su territorio. Esto marcó el inicio de la invasión a gran escala contra Ucrania.

El objetivo de esta guerra fue desde el inicio la ocupación total del país. Sin embargo, ante la feroz resistencia ucraniana, el Kremlin ha ido ajustando su discurso. Putin primero declaró que la meta era anexionar solo 4 regiones. Poco después, volvió a afirmar que el objetivo es tomar toda Ucrania y que no se detendrán.

Los combates, el terror y la ocupación continúan hasta hoy.